Cuba y Venezuela: a golpe continuado, resistencia continua (+ Video)

Las llamadas guarimbas en Venezuela fueron un ejemplo de la guerra no convencional patrocinada por el imperialismo, se trata de la misma operación que diseñaron para Cuba. Foto: TELESUR

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Por más que sus autores y el tinglado de secuaces y servidores lo nieguen, los hechos evidenciaron que los disturbios del 11 de julio pasado en Cuba fueron engendrados a distancia. Se fraguó con asedio y provocadas carencias, a la par de una operación mediática –aún activa– que al agredido intenta endosarle manos de Satanás, y pintarle alma de redentor al que agrede.

La angustia se fermentó así, desde lejos, para escudarse en ella sin revelar los intereses reales ni las conexiones oscuras que hay detrás, e inducir el caos. Oportunista Goliat, siempre al acecho, cuando los vientos pandémicos azotan al archipiélago con más fuerza, ordenó izar y agitar las velas de la violencia.

Por más pálidos que resulten comparados con los de otras latitudes –el asalto al capitolio de Washington, las huelgas y la represión contra ellas desatadas en Colombia, Chile, y en escenarios europeos, por ejemplo–, cuando sucesos como los del 11 de julio ocurren en Venezuela o Cuba, la «gran, libre y democrática prensa» neoliberal los presenta siempre de otra manera.

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El engaño como recurso, el uso mal intencionado y bien calculado de espacios virtuales, siempre para mentir, omitir y manipular los hechos, es el rol, la invariable tarea de los consorcios mediáticos en la componenda ominosa. Esta vez no fue la excepción.

Las «bombas virtuales» destruyen verdades, despedazan contextos, y fabrican pretextos para que sus tocayas hagan igual con los seres humanos y el patrimonio cultural, material y espiritual de los pueblos.

Es lo que pretenden hacer hoy con este país, blanco de un diluvio de falsedades, una suerte de Faluya mediática en el Caribe. No son casuales el sos Cuba, ni la intervención «humanitaria» que con estridencia solicitaron desde Miami.

Nada creíble es el cuento de la casualidad en los referidos desórdenes «espontáneos», registrados casi todos en idéntico horario y con un mismo patrón, como si alguien hubiera dado la señal de arrancada. Esos disturbios los organizó un demonio en acecho, no el dios de la coincidencia.

Tras los primeros gritos incitadores, de gente pagada –que sabe muy bien por qué y para qué llamó a la anarquía y lideró los actos vandálicos–, se sumaron otros, al parecer confundidos. Lo emocional, en no pocos, pudo más que el razonamiento.

 UN GOLPE «BLANDO»

«Esta clase de momentos (de dificultades y crisis) suelen ser la oportunidad esperada (por el enemigo) para pasar a una operación de golpe blando», advirtieron investigadores del Instituto Venezolano de Análisis, Samuel Robinson (iva), en un artículo que hurga en los entramados de la farsa de San Isidro.

«Cada una de las señales que desde entonces se han visto, así como el arco temporal, la creación de condiciones y el ablandamiento progresivo y en ascenso del terreno sicológico e informativo –advierte el iva–, parecieran apuntar en esa dirección».

Tras los disturbios en algunos barrios de Cuba, antecedidos y acompañados por un despliegue brutal de fake news y llamados a la violencia y a la intervención humanitaria en el archipiélago, hubo inmediatas reacciones de representantes de la administración Biden. Como era de esperar intentaron justificar los hechos, y aún niegan las verdaderas causas.

Esas declaraciones acoplan muy bien con el reciente intento de desestabilización contra Cuba; salieron con tal prontitud, que la emparentan con anteriores montajes aunque ahora la proporción fue mayor.

En opinión de los investigadores del iva, dentro del repertorio de los golpes blandos, en términos de gestión comunicacional esos mensajes son típicos y «una confesión de la necesidad de expandir el alcance (virtual) mediante la simulación y la exageración de los hechos».

Las omisiones de objetividad, y los términos escuchados en bocas de Joe Biden, Antony Blinken y otros funcionarios de la Casa Blanca, a raíz de los disturbios en Cuba, encajan como piezas de un mismo tablero.

Refiriéndose al pueblo cubano, los susodichos hablaron de un «clamor por la libertad», de un «trágico control de la pandemia», y de décadas de represión y sufrimiento económico a las que ha sido sometido por el «régimen autoritario de Cuba».

Omitieron que el pueblo, en cifra mayoritaria, salió a las calles precisamente para impedir que serviles anexionista les abrieran las puertas a quienes sueñan con arrebatarnos la libertad conquistada, al precio de vidas y sacrificios, y constitucionalmente refrendada como opción popular, por más del 86 % de los cubanos.

De su criminal proceder contra Cuba, intencionalmente arreciado en medio de la pandemia; de las vacunas y ventiladores artificiales creados por hombres y mujeres de este país; del desvelo de sus autoridades, médicos y científicos, frente a un desafío epidemiológico inédito, nada. Eso no encaja en el relato de «mala gestión gubernamental», concebido para desacreditar a las autoridades cubanas. Para ese propósito, las redes sociales y los grandes medios (des)informativos modificaron hasta el hermoso paisaje habanero: desapareció el malecón de la capital, suplantado por el de la ciudad egipcia de Alejandría.

ESTILO GUARIMBAS

Los sucesos del 11 de julio parecieron copias de las guarimbas venezolanas, que registraron ataques a policías, saqueos, vandalismo, lanzamiento de cocteles molotov, uso de armas blancas, e imputaciones a las fuerzas gubernamentales como presuntas represoras de los «pacíficos» guarimberos, que quemaron a personas en plena calle.

Ya Venezuela, bloqueada, sufría escasez de combustible, alimentos, medicamentos e insumos, cuando las guarimbas aparecieron, para enlutar a 43 familias, y ocasionar pérdidas de diez mil millones de dólares. De todo eso, tal como hacen ahora con Cuba, le echaron la culpa al Gobierno y a su «mala gestión», y hasta hubo amagos de intervención humanitaria, al estilo de las de Yugoslavia y de Libia: un infierno de bombas, misiles, muertes, destrucción y calamidades.

Las guarimbas de Caracas y las escaramuzas en Cuba salieron del Manual de Guerra no Convencional del ejército estadounidense, son armas de un mayordomo que asume el fin como justificación de los medios.

Aunque nada blandos –a pesar del nombre–, esos golpes, como dijo Hugo Chávez, son continuados. Frente a ellos la resistencia ha de ser también, continua.

Acerca de ZonaFranK

No pestañeo cuando te miro, Para que te acuerdes de mi apellido. La operación Cóndor invadiendo mi nido, ¡Perdono pero nunca olvido!
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